Planes en la nieve para no esquiar | El Correo

2022-03-18 03:43:03 By : Ms. Eva Ho

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No se oye ni un pío en el bosque de Braca. Las copas de los pinos negros centenarios bullirán de vida en primavera, volarán los pajarillos de un lado para otro y ya con las patas sobre el terreno saltarán otros muchos animales –entre ellos, las típicas marmotas–, pero ahora, cuando hay nieve por todas partes, ni un sonido. Porque, sí, sigue estando nevado, lo que permite a los amantes de la nieve apurar la temporada de los deportes de invierno en las estaciones del Pirineo francés hasta por lo menos la primera semana de abril.

Y allí ya saben que amar la nieve no es solo calzarse los esquíes o las tablas; muchas de las personas que se acercan cada invierno a La Pierre Saint-Martin, Gourette y Artouste (las tres que están más a mano para los vascos) prefieren hacer paseos en raquetas, deslizarse en trineo hinchable, montarse en una 'fatbike', conocer a la manada de huskys que recorre el bosque para disfrute de los más pequeños, montarse en máquina pisanieves... o ir directamente a alojamientos fuera de lo tradicional, que proponen buenas vistas desde un baño caliente instalado al aire libre en lo alto de la ladera, por ejemplo. Por no hablar del momento de ponerse las botas ante una tabla de quesos y embutido, claro.

En La Pierre Saint-Martin (a menos de cuatro horas de Bilbao y tres de Vitoria-Gasteiz) se hace deporte bajo el Pic d'Anie, visible desde casi todas partes excepto desde lo profundo del bosque de Braca, el lugar del Espacio Nórdico en el que dedicarse a las otras aventuras gracias a más de 25 kilómetros de pistas en 11 circuitos diferentes situados a entre los 1.450 y los 1.550 metros de altitud.

A la entrada de este espacio están las casetas de los perros, una manada de huskys que se pone a aullar en cuanto aparece por allí alguno de sus cuidadores y mushers. Hay 35 perros de diferentes edades, cada uno con su sitio en la cordada en función de su capacidad física y de su experiencia. La idea es que sean los niños los que se monten en el trineo y den una vuelta por el bosque, pero los adultos también pueden subirse y hasta ejercer de musher por un rato. El único día en que eso no es posible es cuando llueve, porque aunque el pelaje de los perros resiste bien el frío y la nieve, el agua termina llegando a la piel y podrían enfermar.

En el Espacio Nórdico se recogen también las raquetas para salir a explorar la naturaleza blanqueada y, paso a paso, panel a panel, conocer las características de la zona: el tipo de roca que hay bajo esas capas de nieve y con ello la singular orografía del paisaje kárstico, los animales y la flora que lo habitan. En el Paso del Oso, desde donde parte la cabina hacia la estación, hay hasta sitio para comer unos huevos fritos con patatas y panceta mientras se observa el ajetreo de los esquiadores –y no es raro ver a algunos aprovechando la posibilidad del esquí adaptado, que cuenta aquí con una oferta amplia–.

Ya arriba, en la estación, las propuestas 'fuera de pista' incluyen todo tipo de restaurantes en la galería comercial y la posibilidad de dormir en un chalet sobre el karst, pero eso casi suena a muy tradicional si se tiene en cuenta que también se puede montar en la máquina pisanieves para subir por las laderas una vez que la estación ha cerrado o reservar una cabañita en medio de la nada, es decir, de todo. En este caso, el anfitrión de Atipic Lodge baja a recoger en motonieve a sus huéspedes al final de la jornada, les ofrece baño caliente a la intemperie (menudo contraste), productos regionales para cenar y una minicasa a la que no le falta detalle –ni vistas– para descansar como marmotas.

En Gourette, más al este en el Pirinero Bearnés, las propuestas para no esquiar son también muchas e incluyen la posibilidad de meterse en el jacuzzi o en la sauna a cualquier hora del día y hasta bien entrada la noche. Lo curioso es que para llegar hasta el enclave en el que están situados estos equipamientos ni siquiera hay que recurrir a un transporte distinto a la telecabina. Están ahí mismo, entre esquiadores y snowboarders, prácticamente en el centro de un paisaje de alta montaña, grandes cumbres, circo glaciar. Y de noche, además de las aguas, se puede dormir en iglú o en tipi después de haber hecho una excursión con raquetas y haber probado la gastronomía local. Para quien no termine de sentirse cómodo en estos alojamientos, la cabaña central tiene camitas en el segundo piso, así que está asegurado que cualquiera puede encontrar su sitio en las instalaciones de Aventure Nordique Gourette, que de paso cuenta con una larga lista de actividades complementarias al esquí: la tirolina de 400 metros, el barranquismo invernal, la escalada en hielo, las travesías por el entorno de las pistas...

Los guías de Caminam también tienen buenas propuestas, como la salida en raquetas de cada mañana, que durante una hora y media explora los alrededores de la estación; allí viven los urogallos (una especie difícil de ver en otros territorios franceses), y el guía puede dar algunas pistas sobre cómo saber si alguno ha pasado por allí cerca. Las ramitas peladas de los abetos son una de ellas. Hay perdices nivales, liebres variables, rebecos... Es cuestión de suerte cruzarse con alguno.

¿Alguien quiere construir un iglú con sus propias manos? Ellos indican cómo. ¿Hacer marcha nórdica? También. ¿Iniciarse en la espeleología, que la zona está plagada de cavernas? Solo hay que proponérselo. Como primera experiencia, todos los guías coinciden en caminar por el interior de la cueva de las aguas calientes, La Grotte des Eaux Chaudes, cuya existencia se conoce desde hace varios siglos.

Si el paisaje de Gourette, que invita a volver en verano para hacer recorridos por la montaña, presume de espectacular, el de la cercana Artouste no se queda atrás. Dicen que es la más salvaje de todas estas estaciones. Ahí está, de frente, el Pic du Midi vigilando el deslizamiento debutante de los que se inician en la nieve en el espacio diseñado para ello. Los nuevos se montan en la rampa mecánica una y otra vez para volver a intentar mantener el equilibrio sobre los esquíes. Al lado, zona de trineos para familias. Y desde aquí se inicia un recorrido de kilómetro y medio pensado para ponerse las raquetas y subir, subir, subir hasta uno de esos chiringuitos que no se olvidan, el 360º. Musicota y bebidas calientes, comida para elegir y relax contemplando las cimas de los montes y viendo pasar a los deportistas dejando una huella que se borrará.